El Papa Francisco en “Amoris laetitia” nos ayuda a ver cómo el amor supera las debilidades humanas.
“El amor coexiste con la imperfección. Soporta todas las cosas y sostiene la paz ante las limitaciones de la persona amada”.
Como sabemos, en la vida familiar diaria, convivir con los defectos de otros puede ser un reto difícil. ¿Cómo podemos encontrar la verdadera alegría del amor, cuando los otros ni siquiera nos ayudan en las pequeñas tareas de la casa?
Aunque la vida familiar nos regala muchos momentos de ternura y alegría, puede convertirse en uno de nuestros mayores retos, porque precisamente las personas que amamos se convierten en las más irritantes.
Cuando estamos en familia, atravesaremos la frustración diaria de vivir con quien, a pesar de habérselo dicho, nos decepciona o nos molesta. No importa cuánto tratemos de ayudarlos a cambiar. Son obstinadamente… Bueno, son imperfectos.
El Papa nos recuerda que para encontrar la alegría del amor debemos intentar ver a cada uno como una obra inacabada, que necesita crecer y progresar. Especialmente en el matrimonio. Si siempre estamos criticando al otro, no hemos entendido el matrimonio como un proyecto en el que hay que trabajar juntos con paciencia, comprensión, tolerancia y generosidad.
El amor nos abre los ojos para ver la debilidad y los errores del otro en un contexto más amplio, reconociendo que son sólo una parte. Esa persona es mucho más que la suma de todas esas pequeñas cosas que hace y que nos irritan.
El amor no tiene por qué ser perfecto para apreciarlo. El otro no puede ser Dios ni estar al servicio de nuestras necesidades. Significa dejar de tener expectativas sobre los demás, que sólo pueden ser alcanzadas por un don de Dios.
Para que el amor florezca, el Papa Francisco nos pide que descubramos el auténtico diálogo con el otro, y eso requiere tiempo de calidad. Tiempo para escuchar lo que tienen que decirnos. Silencio interior que hace posible escuchar sin precipitarse para dar nuestra opinión. A veces sólo necesitan ser escuchados, sentir que alguien es consciente de su dolor, de sus miedos, de sus esperanzas y sueños.
Cuando vemos a los demás a través de una mirada de amor, que comprende que todos somos una mezcla de luces y sombras, podremos ver que nuestro amor, con sus limitaciones e imperfecciones, sigue siendo una fuente de alegría para el mundo de hoy.